sábado, 4 de septiembre de 2010

XXIII - El Demonio tan Grande como una Casa

Kalervo Alher Fel'anath, aprendiz de arcanista y estudiante del Kirin Tor, suspiró con desazón y se remangó la toga, mirando alrededor y caminando a pasitos saltarines detrás del paladín. Lazhar Erien Corazón de Fuego resoplaba, con el pelo revuelto y rojo destellando entre el paisaje gris y la expresión de haberse bebido un cubo de vinagre.

- Lazhar, este sitio es horrible. Me pica la nariz. ¿No deberíamos ir un poco al Norte por si vemos sátiros?

Lazhar no respondió, sólo gruñó al localizar a otro demonio en la lejanía.

Si alguien tenía la esperanza de que, aun con el deplorable aspecto que presentaban, llenos de polvo y con sangre seca, la toga del mago rasgada en el bajo y el rostro del paladín tiznado de hollín, se quedaran quietos o decidieran descansar, se verán decepcionados. Por supuesto, Lazhar no se cansaba nunca. Echó a correr hacia el demonio y Kalervo levantó los ojos al cielo, siguiéndole lo más rápido que pudo.

- ¡Esperaaaaaa!

Frenó en seco cuando el paladín ya estaba batiéndose con aquella súcuba horrenda, desatando luz y golpes sobre su cuerpo sinuoso enfundado en un corsé que llamó la atención del muchacho. Kal se detuvo, tomó aire y empuñó el bastón para conjurar, tranquilo y sin precipitaciones.

- Nahr deletur iri... Pero... ¡PERO SERÁS GUARRA! - gritó, fuera de sí.

Le habría salido bien, si esa diablesa vestida con lencería de diseño no hubiera parpadeado y tirado un beso a Lazhar, que inmediatamente se quedó quieto, mirándole el escote a la sayaad. ¡Esas uñas horribles lacadas en fucsia cerca del rostro del paladín! ¡Ese contoneo de caderas! ¡Y se lamía los labios! Lo que debía haber sido un hechizo sencillo y bien elaborado se convirtió en una lluvia de escarcha, ladrillos y latas de pargo de lodo en conserva que cayeron sobre la criatura y, consecuentemente, sobre el subyugado Lazhar, que salió de su embrujo a causa de semejante lapidación accidental.

- ¡IIIIH! ¡Te voy a sacar los ojoooos! - gritaba Kalervo, corriendo hacia la súcubo, bastón en mano.
- ¡Kevo!

Lazhar gruñó otra vez, mientras intentaba evitar que el mago histérico se pusiera en peligro, sin entender qué demonios le pasaba. El chico era un huracán de toga revuelta y cabellos ondeantes, circundado por un halo de energía picante y fresca que estallaba de vez en cuando descontroladamente, arrojando a su enemiga bolas de fuego, novas de escarcha y diversos artículos de belleza, especialmente rulos.

-¡¡Kevo, ya!!

El chico se detuvo al instante. Se escuchaba un ruido ensordecedor, como los pasos de una bestia gigantesca acercándose desde más allá de la colina. La súcubo recogió el látigo y se marchó  trotando, mirándoles de reojo con malicia y suficiencia.

- ¿Qué-es-eso?

Kalervo se dio la vuelta lentamente. Sus párpados se despegaron hasta que las puntas de las pestañas le rozaron las cejas, y su mandíbula se descolgó, componiendo una expresión de sorpresa y terror absolutos. Desolace ya era fea de por sí. No hacía falta esto también. ¿Es que el mundo no tenía compasión con él? No, no la tenía.

Ante ellos, una figura negruzca y rojiza, enorme como una casa, de alas membranosas y enormes cuernos, con pezuñas en los pies y una espada tan ancha como una pista de aterrizaje goblin les observaba con hambre.

- Uh...

Lazhar le miró de reojo y le hizo un gesto inequívoco. "Vete", le decía. Kalervo miró a Lazhar. Miró al Demonio tan Grande como una Casa. El paladín estaba plantado en el suelo y parecía dispuesto a provocar a aquel bicho infernal para que pudiera escapar, y para ser sinceros, Kalervo estaba de acuerdo con aquello. Si se quedó no fue por heroísmo, sino porque al darse la vuelta, cuatro brujos se habían reunido tras ellos con sus armas y sus esbirros y les miraban con sonrisa cruel.

- Hola, buenas tardes - saludó, sonriendo con inseguridad.

La cortesía no se demostró un vehículo demasiado útil en aquella circunstancia. Tras una batalla breve pero intensa, paladín y arcanista yacían inconscientes y eran arrastrados por el aquelarre sobre la tierra seca y polvorienta de Desolace.

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