viernes, 3 de septiembre de 2010

XXI - Temari, la Flor de Fuego

Es curioso como pasan las cosas en la vida, el modo en que la mano del destino, o tal vez el azar, desencadenan pasos que se convierten en el camino que se ha de recorrer. Si Kalervo Alher Fel'anath no hubiera conocido a Lazhar, tal vez nunca hubiera deseado de verdad ser mago, no habría buscado un maestro, no habría conocido a Veldemir, y si Veldemir no le hubiera llevado a Dalaran y matriculado en la Escuela de Artes Arcanas, jamás habría tenido acceso a la biblioteca de estudiantes de la Ciudadela Violeta.

Fue allí donde el joven arcanista en ciernes encontró el manuscrito astral. Lo que en él había, quizá solo podría explicarlo alguien con conocimientos mágicos, pero le revelaba conexiones importantes entre el terrible bebedizo que le habían obligado a tomar en la Torre de Arugal y las fases de la Luna. Si sólo hubiera estado completo... el muchacho lo había estudiado noches enteras, y se sentía como si tuviera en sus manos importantes piezas de un rompecabezas que encajaban en cierto modo... pero faltaba algo, algo que lo explicaría todo, algo que... quizá hallara en los otros fragmentos.

Si el bibliotecario de Dalaran no le hubiera explicado la procedencia de ese manuscrito y la necesidad de encontrar un piromante para abrir el sello de fuego una vez reunidos todos los fragmentos y poder acceder al conocimiento completo, si no fuera por eso, Kalervo no estaría ahora en la biblioteca de Lunargenta, haciéndose pasar por un enviado del Kirin Tor, con el tabardo y el sello robados, esperando a la tal Temari Solardiente.

No podía ocultar su expresión de hastío, apoyado en el quicio de la puerta mientras miraba el pergamino que había redactado. La instructora le observaba con curiosidad mal disimulada. Él levantó el rostro y le dedicó una sonrisa falsa y breve, haciéndole apartar la vista al instante.

- ¿Me buscabas?

Oh. Ahí estaba... su instrumento. Kalervo levantó la barbilla y dibujó una sonrisa de auténtica emoción, pues su aparición significaba que los problemas estaban resueltos.

- Saludos... ¿Sois vos Temari Solardiente?

La elfa asintió, frunciendo el ceño con desconfianza.

- Soy yo. ¿Quien me busca?
- Kalervo Alher Fel'anath. Trabajo para el Kirin Tor.

Quizá fue su sonrisa o su aspecto pulcro y cuidado, tal vez fue su excelente interpretación lo que convenció a Temari. Posiblemente, tuvo algo que ver el tremendo embuste con el que la sobornó, prometiéndole una beca de estudios en la mismísima ciudadela si colaboraba en el "importante proyecto" de los pergaminos.

- Acepto.

La muchacha le tendió la mano. Kalervo la estrechó y se sonrieron. "Es muy guapa", pensó, recorriendo sus rasgos con la mirada. De piel clara y cabellos dorados como la miel, tenía los rasgos delicados, tenuemente voluptuosos, un cuerpo proporcionado y sobre todo, esa actitud segura de sí misma de las chicas que saben que son guapas. Su túnica era roja, escotada, algo atrevida, y su postura absolutamente elegante cuando apoyó la mano en la cadera. Kalervo la admiró al instante.

- Bien... podemos partir hacia el Puesto del Hachazo ahora mismo, si quieres - dijo, olvidando el trato de cortesía.

La chica arrugó la nariz y pestañeó, apartándose la melena con un gesto desabrido.

- ¿Al Hachazo? Mierda, no me dijiste que fuéramos a tener que pasear entre malolientes orcos.
- Sólo será un tiempo. Además, quieres esa beca, ¿no?
- Desde luego que la quiero. Pero no creas ni por asomo que voy a arrastrarme por ella. - respondió Temari, apuntándole con el dedo. Kalervo miró el dedito, arqueó la ceja y se lo cogió, cerrándoselo en la mano.
- No me señales. Es de mala educación - sonrió. - Y no vamos a pasear entre orcos, sino entre demonios.

Emprendió el camino hacia el exterior del edificio, con la elfa andando a su lado, contoneándose y haciendo que el suelo, los edificios y la mismísima alfombra roja de la Corte del Sol cayeran rendidos a ella a cada paso.

- ¿Demonios? Maldita sea...
- ¿Asustada? - dijo con suavidad, parpadeando. Ella le fulminó con la mirada.
- Ni por a-so-mo, pequeño.
- No esperaba menos de tí. Además, tenemos un paladín en el equipo.
- No le dejaré mucho trabajo. Mi fuego consume.

Soltó una risita cristalina y seductora tras decir esto, haciendo parpadear al arcanista, que se irguió un poco más mientras la acompañaba al banco, sintiéndose un poco más bajito. Porque Temari Solardiente era una de esas chicas que miraban sin miedo al mundo, lo ponían en su plato y lo devoraban a grandes bocados, y su personalidad era tan arrolladora y flamígera como, más adelante, comprobaría que era su magia.

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