miércoles, 30 de diciembre de 2009

VII - Hacerse el héroe

- ¡IIIIH!

Kalervo corrió, dando saltos para alejarse del trol que le perseguía gruñendo, con cara de pocos amigos. Agitó el bastón y trató de invocar algún hechizo, pero de repente no se acordaba de ninguno. ¡Tenía mucho miedo!

- ¡Evo!

Lazhar gruñó al trol que gruñía y le golpeó con el plano de la espada en la nuca, haciéndole trastabillar y girarse hacia él. El joven magistrado respiró, mareado, intentando recuperar el aliento. Le iba a dar un ataque de asma en cualquier momento. Se dejó caer en un rincón y aspiró las sales, nervioso. ¡Malditos monstruos! No sólo había sido una aventura llegar hasta sus campamentos, en Zeb'sora, atravesando esa horrible aldea llena de insectos nerubianos de la Plaga. Ahora además, los trols asomaban entre los árboles, les acechaban desde todas partes con sus crestas de colores chillones y esas hachas inmensas. Kalervo pensó apresuradamente en todas las maneras de morir que existían en aquel lugar, a cual peor. Hecho rodajitas, asado a la parrilla, metido en una cazuela, apaleado, apedreado, convertido en gallina por los Oráculos...

- ¡VAMOS A MORIR! - exclamó fuera de si.

Lazhar le miró con extrañeza, arqueando la ceja. El trol yacía a sus pies, muerto, y la espada estaba manchada de sangre.

- Evo... shhhh - Hizo un gesto, conminándole al silencio y mirando en derredor.

Kalervo hubiera obedecido si el pánico no hubiera hecho presa en él. Temblando, volvió a gritar.

- ¡VAMOS A MORIR!
- Evo...
- ¡IIIIIH!
- ¡Evo!

Como era de esperar, los trols le habían escuchado. Y ahora otros tres se abalanzaban sobre ellos, empuñando las armas y soltando rugidos estremecedores. Eso solo provocó que Kalervo gritara más, mientras Lazhar combatía, resollando de cuando en cuando a causa del esfuerzo. Afortunadamente para todos, Lazhar el Bravo era valiente, sí, su sobrenombre le hacía justicia. Además, se defendía bastante bien en la batalla, pues, según le había contado al magistrado, había sido soldado tiempo atrás.

Sin embargo, mientras Kalervo intentaba recuperar la respiración, con el frasco de las sales temblándole en las manos y encogido, con la espalda pegada contra el árbol, los enemigos habían cercado al pelirrojo. Un golpe seco le hizo caer hacia atrás.

- ¡Lazhar, cuidado, cuidado! - exclamó, mirando alrededor. Era momento de huir. Bien, no estaba bien dejar a un representado solo ante la muerte inminente, menos aún a uno tan guapetón como Lazhar, pero Kalervo había tenido bastantes heroicidades por ahora. Intentó ponerse en pie para escapar, y entonces vio el resplandor.

¡Se le abrieron los ojos como platos! Abrió la boca y se le cayeron las sales al suelo. Porque Lazhar el Bravo, con una mano alzada, estaba invocando la Luz para sanarse, y un haz brillante, dorado, se precipitó sobre su cuerpo embutido en la armadura, con un sonido cálido, de cascabeles o campanillas.

Anonadado, Kalervo se olvidó de lo que estaba haciendo allí. Solo podía mirar la escena. Un martillo dorado descendió del cielo y golpeó en la cabeza a uno de los trols de cresta púrpura, haciéndole caer al suelo con la lengua fuera. Y la espada de Lazhar derribó a otro. Pero quedaba uno, y ese último se abalanzaba sobre el guerrero, con el hacha dispuesta a tomar su vida.

- ¡Talion Helka! - exclamó Kalervo, extendiendo las manos hacia adelante casi sin darse cuenta. La magia chispeante recorrió su cuerpo y su sangre, y entre los dedos sintió la textura fresca, gélida.

Lazhar se volvió hacia atrás justo a tiempo, y reculó un par de pasos. El trol gruñía y miraba al suelo, empuñando el hacha. Una capa de hielo se había cerrado a sus pies, impidiéndole moverse. Con una exclamación acerada, Lazhar se arrojó sobre su rival y el mandoble giró en el aire, la sangre salpicó y saltó, y cuando el hielo se deshizo, el cadáver del trol del bosque cayó sobre la hierba, sin cabeza.

Suspirando, el futuro héroe de los sin'dorei se volvió hacia su representante, con el ceño fruncido. Kal resopló y bajó la cabeza. No necesitaba que hablara, podía leer muy bien esa expresión, así que volvió a mirarle, tratando de explicarle lo horrible que era todo aquello.

- Es que me he asustado. ¡Hay muchos! Y todos quieren matarnos, y comernos, y... ¡Vamos a morir!
- EH

Kalervo parpadeó, a punto de entrar de nuevo en un bucle de horror y pánico y desesperación, pero el gesto firme que hizo Lazhar con la mano le hizo callar al momento. Luego los ojos grises se fijaron en él y el combatiente volvió a gesticular, señalándole a él, luego a sí mismo y empuñando la espada. Después se pasó el dedo por el cuello y negó con firmeza. "Nadie va a morir aquí", quería decir. Kalervo se mordió el labio y asintió.

- Te he visto usar la Luz - murmuró.

Lazhar asintió. Luego se señaló el ojo y le señaló, removiendo los dedos y poniendo la inequívoca e inconfundible cara de mago, capaz de reconocerse en cualquier lugar. A continuación volvió a sonreír. Al parecer, no estaba demasiado enfadado. Kalervo se alegró de no haber huido como una rata, por un momento muy corto y breve. Luego volvió a mirar el espeso bosque y suspiró con gran desazón.

- Quiero irme a casa - dijo, haciendo un puchero. Lazhar recogió la cabeza de trol cortada y asintió, indicándole que habían terminado el trabajo, sin perder la sonrisa. Le sangraba un brazo, pero no parecía importarle.

Se encaminaron de regreso a la ciudad, Kalervo recogiéndose las faldas y con el bastón a la espalda, Lazhar, haciendo girar la espada en una mano y con la cabeza del trol en la otra, sujetándola de la cresta.

- Vaya susto me has dado. ¿Quien te manda hacerte el héroe viniendo aquí? - le reprochaba Kalervo, limpiándose una lagrimilla de pura tensión que le corría por la mejilla. - No sé por qué te hago caso.

Lazhar frunció el ceño, mirándole con extrañeza, y le señaló.

- Ah... es verdad. Que ha sido idea mía. Bueno, pero la próxima vez intentaré no hacerme caso. ¡He pasado mucho miedo! ¿Y has visto esos gatos? ¡Eran muy grandes! Y no me gusta cómo nos miran los trols, además... ¿Por qué está esto lleno de setas verdes? ¡Este bosque parece un plato de comida que se ha dejado fuera demasiado tiempo, con tanto moho y musgo y...! ¿Como has hecho eso de la Luz?

Lazhar se encogió de hombros y sonrió a medias, mientras un halo dorado surgía del suelo y le cubría por completo.

Increíblemente, para sorpresa de Kalervo, ambos llegaron vivos a la ciudad. Como había dicho Lazhar, nadie murió ese día, ni al siguiente, ni al otro.

2 comentarios:

  1. Aaaah!! Me encanta!. Menudos ataques le daban al Evo, si ej que probecillo

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  2. jajajajajaja! Menudo paaaar! Me encanta! Me tienen enamorá! ;D

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